lunes, 28 de diciembre de 2009

La cabeza de House. El corazón de Wilson.

Superiores a la media, esa sería una buena definición. Completar y equilibrar, serian buenas funciones. House y Wilson, Wilson y House. Genios sin paragón, genios en constante dependencia.



De la mente desequilibrada creativamente surge la idea y la pluma la dibuja con perfecta precisión. Dos personajes hechos para emocionar, para reír, para soñar. Caminan sobre la tierra siendo superiores al resto. Uno lo sabe y lo disfruta. Avanza de paso y medio en paso y medio. Mira y juzga: no, no es suficiente. El otro le observa desde detrás. Se centra en el primero, en su paso roto, sin importarle el resto. Si le importan, pero no ahora. Le vigila. Sabe de su valía. Sabe de su poder. Acalla miradas de desaprobación, por los juicios del primero, con una sonrisa y un levantar de cejas que dicen: “lo siento”.
Y los genios avanzan por el mundo. Se aman y se odian. Se necesitan. Son médicos con aspiraciones filosóficas. Duchos en todas las artes. Sabios y leídos como catedráticos. Son la perfección del ser humano. Saben de todo lo que les rodea. Conocen todos los campos y tienen un dominio aplastante de ellos. Son dioses encerrados en cuerpos humanos.
Los personajes más perfectos de la historia. Con sus problemas, con sus ambiciones y adicciones, pero con mentes que harían llorar al propio Da Vinci.

1 comentario:

  1. Con mentes que harían llorar al propio Da Vinci. Ese es un tremendo final. Brilliant.

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