jueves, 10 de diciembre de 2009

La extraña paradoja del hombre con cara de manzana.


El niño caminaba bajo la lluvia. Sus pasos pisaban y se hundían en el barro, provocando el chapoteo barroso que se acompasaba con el repicar del agua sobre los tejados. Los tejados de hierro solían sonar así los días de lluvia. Un continuo rebotar de las gotas contra éstos, que podía acabar por enloquecer a cualquiera. A él no le importaba. Demasiados días bajo la lluvia. A todo se acostumbraba uno.

Bajo su tejado la lluvia sonaba con menos intensidad. Ventajas de tener un tejado de tejas. Se sentó y encendió el televisor. Nada. Nada ocurría. Los que salían en él restaban callados mirándole. El se tapó la cara con las manos y los escucho susurrar: "¿quién es? ¿lo conocéis? pobre..". Pobre, lo había oído muchas veces. Incluso de boca de sus padres el día que fue repudiado por éstos. Repudiado, horrible palabra. Lo único aceptable era que le habían dejado dinero suficiente para subsistir el resto de su vida. Algo bueno había. Pero no, se engañaba. Ningún niño normal podía crecer sin padre. En fin, nadie dijo que él fuera normal. Apagó el televisor y se acostó.

El tiempo pasaba y la situación era la misma. La lluvia caía sobre él y enfangaba sus pies continuamente. Todo era fango. Daba igual como se comportara. El intentaba ser lo mejor que podía. Era cuidadoso, simpático, cariñoso, amable. Con todo el mundo. Lo era con todo el mundo. Pero nadie con el. Una vez, años atrás, una niña de ojos castaños le había mirado como si fuera normal. Se habían enamorado en largas horas de palabras. Habían soñado juntos en como sería el mañana. Habían visto el amanecer de la mano. Y habían hablado sobre los sueños y el futuro. Todo era perfecto. Había ella jurado que no le importaba que su cabeza fuera una manzana. Pero no había el destino presentado su última carta.

Un día, para despedirse de él, la niña de ojos castaños le dio un beso en la mejilla. Extraña paradoja, todo lo dulce que él era en su interior no se encontraba representado en el exterior. Sus pómulos de manzana eran de la más ácida de éstas. La niña se apartó gritando con los labios agrietados y salió corriendo. Nunca más se supo del futuro del la mano. Nunca más.

El destino jugaba malas pasadas a diario. Buscó por su habitación y encontró lo que deseaba. Miro al techo y pensó en los tejados de madera. Se maldijo. Lo único que le hacía compañía desde su infancia era el repicar de la lluvia, y él lo había apartado. Maldita fuera.

Pum.

Puré o zumo de manzana.

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Como dijo un gran sabio: "... cuanta gente necesita una pistola en la boca y un gatillo en el dedo".

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